En todos
los lugares que estuvo solía pedir de puerta en puerta, por amor de
Dios, su sustento. Cuando viajaba, siempre a pie y descalzo, nunca
llevaba consigo bastimento. Rezaba con gran devoción el Oficio Divino y
practicaba la Oración y la Contemplación continuamente. Varias veces lo
vieron elevado del suelo. Fue el primer Custodio y Prelado que tuvo la
Provincia de Michoacán y Jalisco, además desempeñó varias veces los
oficios de Comisario y Guardián.
En su vejez perdió la vista, con todo siguió trabajando sobretodo en la Confesión. Pocos años antes de morir viajó, ciego y enfermo del higado, acompañado del insigne Fr. Jacobo Daciano, a Huejotzingo, Puebla para asistir a un Capítulo Provincial que ahí se celebraba.
En su vejez perdió la vista, con todo siguió trabajando sobretodo en la Confesión. Pocos años antes de morir viajó, ciego y enfermo del higado, acompañado del insigne Fr. Jacobo Daciano, a Huejotzingo, Puebla para asistir a un Capítulo Provincial que ahí se celebraba.