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viernes, 31 de mayo de 2013
miércoles, 29 de mayo de 2013
martes, 28 de mayo de 2013
domingo, 26 de mayo de 2013
milagro del atentado a el beato juan pablo II el13 de mayo de 1981 en roma
Considero un don del cielo el milagroso retorno del Santo
Padre a la vida y a la salud cuando han pasado 32 años
¿Cómo se desarrollaron verdaderamente los hechos de aquel 13 de mayo de
1981? El atentado y todo lo que comportó, ¿no revelaron alguna verdad sobre el
papado, tal vez olvidada? ¿No se podría leer en ellos un mensaje peculiar de su
misión personal, Santo Padre? Usted visitó en la cárcel al autor del atentado y se
encontró con él cara a cara. ¿Cómo ve hoy aquellos sucesos, después de tantos
años? ¿Qué significado han tenido en su vida el atentado y los demás
acontecimientos relacionados con él?
Juan Pablo II: Todo esto ha sido una muestra de la gracia divina. Veo en ello
una cierta analogía con la prueba a la que fue sometido el cardenal Wyszyn´ski
durante su prisión. Sólo que la experiencia del primado de Polonia duró más de tres
años, mientras que la mía fue más bien breve, apenas unos meses. Agca sabía
cómo disparar y disparó ciertamente a dar. Pero fue como si alguien hubiera guiado
y desviado esa bala..
Stanisl-aw Dziwisz: Agca tiró a matar. Aquel disparo debería haber sido mortal.
La bala atravesó el cuerpo del Santo Padre, hiriéndolo en el vientre, en el codo
derecho y en el dedo índice izquierdo. El proyectil cayó después entre el Papa y yo.
Oí dos disparos más, y dos personas que estaban a nuestro lado cayeron heridas.
Pregunté al Santo Padre: «¿Dónde?» Contestó: «En el vientre.» «¿Le duele?»
«Duele.»
No había ningún médico cerca. No había tiempo para pensar. Trasladamos
inmediatamente al Santo Padre a la ambulancia y a toda velocidad fuimos al
Policlínico Gemelli. El Santo Padre iba rezando a media voz. Después, ya durante el
trayecto, perdió el conocimiento.
Varios factores fueron decisivos para salvar su vida. Uno de ellos fue el tiempo,
el tiempo empleado para llegar a la clínica: unos minutos más, un pequeño
obstáculo en el camino, y hubiera llegado demasiado tarde. En todo esto se ve la
mano de Dios. Todos los detalles lo indican.
Juan Pablo II: Sí, me acuerdo de aquel traslado al hospital. Estuve consciente
poco tiempo. Tenía la sensación de que podría superar aquello. Estaba sufriendo, y
esto me daba motivos para tener miedo, pero mantenía una extraña confianza.
Dije a don Stanisl-aw que perdonaba al agresor. Lo que pasó en el hospital, ya
no lo recuerdo.
Stanisl-aw Dziwisz: Casi inmediatamente después de la llegada al policlínico
llevaron al Santo Padre al quirófano. La situación era muy grave. Su organismo
había perdido mucha sangre. La tensión arterial bajaba dramáticamente, el latido del
corazón apenas era perceptible. Los médicos me sugirieron que administrara la
Unción de los Enfermos al Santo Padre. Lo hice de inmediato.
Juan Pablo II: Prácticamente estaba ya del otro lado.
Stanisl-aw Dziwisz: Después hicieron al Santo Padre una transfusión de
sangre.
Juan Pablo II: Las complicaciones posteriores y el retardo en todo el proceso
de restablecimiento fueron, después de todo, consecuencias de aquella transfusión.
Stanisl-aw Dziwisz: El organismo rechazó la primera sangre. Pero se
encontraron médicos del mismo hospital que donaron su propia sangre para el
Santo Padre. Esta segunda transfusión tuvo éxito. Los médicos hicieron la operación
sin muchas esperanzas de que el paciente sobreviviría. Como es comprensible, no
se preocuparon para nada del dedo índice traspasado por la bala. Me dijeron: «Si
sobrevive, ya se hará algo después para resolver este problema.» En realidad, la
herida del dedo cicatrizó sola, sin ninguna intervención particular.
Después de la operación, llevaron al Santo Padre a la sala de reanimación. Los
médicos temían una infección que, en aquella situación, podía ser fatal. Algunos
órganos internos del Santo Padre estaban gravemente afectados. La operación fue
muy difícil. Pero, finalmente, todo cicatrizó perfectamente y sin complicaciones,
aunque todos saben que éstas son frecuentes tras una intervención tan compleja.
Juan Pablo II: En Roma el Papa moribundo, en Polonia el luto... En mi
Cracovia, los estudiantes organizaron una manifestación: la «marcha blanca.»1
Cuando fui a Polonia, dije: He venido para agradeceros «marcha blanca». Estuve
también en Fátima para dar gracias a la Virgen.
¡Dios mío! Esto fue una dura experiencia. Me desperté sólo al día siguiente,
hacia el mediodía. Y dije a don Stanisl-aw: «Anoche no recé Completas.»
Stanisl-aw Dzizwis Para ser más exactos, Usted, Santo Padre, me preguntó:
«¿He rezado ya Completas?» Porque pensaba que todavía era el día anterior.
Juan Pablo II: No me daba cuenta alguna de todo lo que sabía don Stanisl-aw.
No me decían que la situación era tan grave. Además, había estado inconsciente
durante bastante tiempo.
Al despertar, me hallaba incluso de bastante buen ánimo. Por lo menos al
principio.
Stanisl-aw Dziwisz: Los tres días siguientes fueron terribles. El Santo Padre
sufría muchísimo. Porque tenía drenajes y cortes por todos los lados. No obstante,
la convalecencia seguía un proceso muy rápido. A comienzos de junio, el Santo
Padre volvió a casa. Ni siquiera tuvo que seguir una dieta especial.
Juan Pablo II: Como se ve, mi organismo es bastante fuerte.
Stanisl-aw Dziwisz: Algo más tarde, el organismo fue atacado por un virus
peligroso, como consecuencia de la primera transfusión o tal vez del agotamiento
general. Se había suministrado al Santo Padre una enorme cantidad de antibióticos
para protegerlo de la infección. Pero eso redujo notablemente sus defensas
inmunológicas. Comenzó a desarrollarse así otra enfermedad. El Santo Padre
fue llevado de nuevo al hospital.
Gracias a una terapia intensiva, su estado de salud mejoró de tal manera que
los médicos estimaron que se podía acometer una nueva operación para completar
las intervenciones quirúrgicas realizadas el día del atentado. El Santo Padre escogió
el 5 de agosto, el día de Nuestra Señora de las Nieves, que en el calendario litúrgico
figura como el día de la Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor.
También aquella segunda fase fue superada. El 13 de septiembre, tres meses
después del atentado, los médicos emitieron un comunicado en el que informaban
de la conclusión de los cuidados clínicos. El paciente pudo regresar definitivamente
a casa.
Cinco meses después del atentado, el Papa volvió a asomarse a la plaza de
San Pedro para recibir de nuevo a los fieles. No demostraba sombra alguna de
temor ni de estrés, por más que los médicos hubieran advertido de esta posibilidad.
Dijo entonces: «Y de nuevo me he hecho deudor de la Santísima Virgen y de todos
los santos Patronos. ¿Podría olvidar que el evento en la plaza de San Pedro tuvo
lugar el día y a la hora en que, hace más de sesenta años, se recuerda en Fátima,
Portugal, la primera aparición de la Madre de Cristo a los pobres niños campesinos?
Porque, en todo lo que me ha sucedido precisamente ese día, he notado la
extraordinaria materna protección y solicitud, que se ha manifestado más fuerte que
el proyectil mortífero.»
Juan Pablo II: Durante el tiempo de Navidad de 1983 visité al autor del
atentado en la cárcel. Conversamos largamente. Alí Agca, como dicen todos, es un
asesino profesional. Esto significa que el atentado no fue iniciativa suya, sino que
algún otro lo proyectó, algún otro se lo encargó. Durante toda la conversación se vio
claramente que Alí Agca continuaba preguntándose cómo era posible que no le
saliera bien el atentado. Porque había hecho todo lo que tenía que hacer, cuidando
hasta el último detalle. Y, sin embargo, la víctima designada escapó de la muerte.
¿Cómo podía ser?
Lo interesante es que esta inquietud lo había llevado al ámbito religioso. Se
preguntaba qué ocurría con aquel misterio de Fátima y en qué consistía dicho
secreto. Lo que más le interesaba era esto; lo que, por encima de todo, quería
saber.
Mediante aquellas preguntas insistentes, tal vez manifestaba haber percibido lo
que era verdaderamente importante. Alí Agca había intuido probablemente que, por
encima de su poder, el poder de disparar y de matar, había una fuerza superior. Y,
entonces, había comenzado a buscarla. Espero que la haya encontrado.
Stanisl-aw Dziwisz: Considero un don del cielo el milagroso retorno del Santo
Padre a la vida y a la salud. El atentado, en su aspecto humano, sigue siendo un
misterio. No lo ha aclarado ni el proceso, ni la larga reclusión en cárcel del agresor.
Fui testigo de la visita del Santo Padre a Alí Agca en la cárcel. El Papa lo había
perdonado públicamente ya en su primera alocución después del atentado. Por
parte del prisionero nunca le he oído pronunciar las palabras: «Pido perdón.» Le
interesaba únicamente el secreto de Fátima. El Santo Padre recibió varias veces a
la madre y los familiares del ejecutor, y con frecuencia preguntaba por él a los
capellanes del instituto penitenciario.
En el aspecto divino, el misterio consiste en todo el desarrollo de este
acontecimiento dramático, que debilitó la salud y las fuerzas del Santo Padre, pero
que en modo alguno aminoró la eficacia y fecundidad de su ministerio apostólico en
la Iglesia y en el mundo.
Pienso que no es ninguna exageración aplicar en este caso el dicho: Sanguis
martyrum semen christianorum.2 Tal vez había necesidad de esta sangre en la
plaza de San Pedro, en el lugar del martirio de muchos de los primeros cristianos.
El primer fruto de esta sangre fue sin duda la unión de toda la Iglesia en la gran
oración por la salud del Papa. Durante toda la noche después del atentado, los
peregrinos venidos para la audiencia general y una creciente multitud de romanos
rezaban en la plaza de San Pedro. Los días sucesivos, en las catedrales, iglesias y
capillas de todo el mundo, se celebraron misas y se elevaron plegarias por la
recuperación del Papa. El mismo Santo Padre decía a este respecto: «Me resulta
difícil pensar en esto sin emoción. Sin una profunda gratitud para todos. Hacia todos
los que el día 13 de mayo se reunieron en oración. Y hacia todos los que han
perseverado en ella durante este tiempo [...]. Estoy agradecido a Cristo Señor y al
Espíritu Santo, el cual, mediante este evento, que tuvo lugar en la plaza de San
Pedro el día 13 de mayo a las 17.17, ha inspirado a tantos corazones para la
oración común. Y, al pensar en esta gran oración, no puedo olvidar las palabras de
los Hechos de los Apóstoles que se refieren a Pedro: “La Iglesia oraba
insistentemente a Dios por él” (Hch 12, 5)».3
Juan Pablo II: Vivo constantemente convencido de que en todo lo que digo y
hago en cumplimiento de mi vocación y misión, de mi ministerio, hay algo que no
sólo es iniciativa mía. Sé que no soy el único en lo que hago como Sucesor de
Pedro.
Pensemos, por ejemplo, en el sistema comunista. Ya he dicho
precedentemente que su caída se debió principalmente a los defectos de su doctrina
económica. Pero quedarse únicamente en los factores económicos sería una
simplificación más bien ingenua. Por otro lado, también sé que sería ridícu-lo
considerar al Papa como el que derribó con sus manos el comunismo.
Pienso que la explicación se halla en el Evangelio. Cuando los primeros
discípulos enviados en misión vuelven a Cristo, dicen: «Hasta los demonios se nos
someten en tu nombre» (Lc 10, 17). Cristo les contesta: «No estéis alegres porque
se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos
en el cielo» (Lc 10, 20). Y en otra ocasión añade: «Decid: “Somos unos pobres
siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”» (Lc 17, 10).
Siervos inútiles... La conciencia del «siervo inútil» crece en mí en medio de
todo lo que ocurre a mi alrededor, y pienso que me va bien así.
Volvamos al atentado: creo que haya sido una de las últimas convulsiones de
las ideologías de las prepotencias surgidas en el siglo xx. El fascismo y el hitlerismo
propugnaban la imposición por la fuerza, al igual que el comunismo. Una imposición
similar se ha desarrollado en Italia con las Brigadas Rojas, asesinando a personas
inocentes y honestas.
Al leer de nuevo hoy, después de algunos años, la transcripción de las
conversaciones grabadas entonces, noto que las manifestaciones de los «años de
plomo» se han atenuado notablemente. No obstante, en este último período se han
extendido en el mundo las llamadas «redes del terror», que son una amenaza
constante para millones de inocentes. Se ha tenido una impresionante confirmación
en la destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York (11 septiembre 2001), en el
atentado en la Estación de Atocha en Madrid (11 marzo 2004) y en la masacre de
Beslan en Osetia (1-3 septiembre 2004). ¿Dónde nos llevarán estas nuevas
erupciones de violencia?
La caída del nazismo, primero, y después de la Unión Soviética, es la
confirmación de una derrota. Ha mostrado toda la insensatez de la violencia a gran
escala, que había sido teorizada y puesta en práctica por dichos sistemas. ¿Querrán
los hombres tomar nota de las dramáticas lecciones que la historia les ha dado? O,
por el contrario, ¿cederán ante las pasiones que anidan en el alma, dejándose llevar
una vez más por las insidias nefastas de la violencia?
El creyente sabe que la presencia del mal está siempre acompañada por la
presencia del bien, de la gracia. San Pablo escribió: «No hay proporción entre la
culpa y el don: si por la culpa de uno murieron todos, mucho más, gracias a un solo
hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos» (Rm
5, 15). Estas palabras siguen siendo actuales en nuestros días. La Redención
continúa. Donde crece el mal, crece también la esperanza del bien. En nuestros
tiempos, el mal ha crecido desmesuradamente, sirviéndose de los sistemas
perversos que han practicado a gran escala la violencia y la prepotencia. No me
refiero ahora al mal cometido individualmente por los hombres movidos por objetivos
o motivos personales. El del siglo xx no fue un mal en edición reducida, «artesanal»,
por llamarlo así. Fue el mal en proporciones gigantescas, un mal que ha usado las
estructuras estatales mismas para llevar a cabo su funesto cometido, un mal erigido
en sistema.
Pero, al mismo tiempo, la gracia de Dios se ha manifestado con riqueza
sobreabundante. No existe mal del que Dios no pueda obtener un bien más grande.
No hay sufrimiento que no sepa convertir en camino que conduce a Él. Al ofrecerse
libremente a la pasión y a la muerte en la Cruz, el Hijo de Dios asumió todo el mal
del pecado. El sufrimiento de Dios crucificado no es sólo una forma de dolor entre
otros, un dolor más o menos grande, sino un sufrimiento incomparable. Cristo,
padeciendo por todos nosotros, ha dado al sufrimiento un nuevo sentido, lo ha
introducido en una nueva dimensión, en otro orden: en el orden del amor. Es verdad
que el sufrimiento entra en la historia del hombre con el pecado original. El pecado
es ese «aguijón» (cf. 1 Co 15, 55-56) que causa dolor e hiere a muerte la existencia
humana. Pero la pasión de Cristo en la cruz ha dado un sentido totalmente nuevo al
sufrimiento y lo ha transformado desde dentro. Ha introducido en la historia humana,
que es una historia de pecado, el sufrimiento sin culpa, el sufrimiento afrontado
exclusivamente por amor. Es el sufrimiento que abre la puerta a la esperanza de la
liberación, de la eliminación definitiva del «aguijón» que desgarra la humanidad. Es
el sufrimiento que destruye y consume el mal con el fuego del amor, y aprovecha
incluso el pecado para múltiples brotes de bien.
Todo sufrimiento humano, todo dolor, toda enfermedad, encierra en sí una
promesa de liberación, una promesa de la alegría: «Me alegro de sufrir por
vosotros», escribe san Pablo (Col 1, 24). Esto se refiere a todo sufrimiento causado
por el mal, y es válido también para el enorme mal social y político que estremece el
mundo y lo divide: el mal de las guerras, de la opresión de las personas y los
pueblos; el mal de la injusticia social, del desprecio de la dignidad humana, de la
discriminación racial y religiosa; el mal de la violencia, del terrorismo y de la carrera
de armamentos. Todo este sufrimiento existe en el mundo también para despertar
en nosotros el amor, que es la entrega de sí mismo al servicio generoso y
desinteresado de los que se ven afectados por el sufrimiento.
En el amor, que tiene su fuente en el Corazón de Jesús, está la esperanza del
futuro del mundo. Cristo es el Redentor del mundo: «Nuestro castigo saludable vino
sobre él, sus cicatrices nos curaron» (Is 53, 5).
sábado, 25 de mayo de 2013
viernes, 24 de mayo de 2013
martes, 21 de mayo de 2013
el poder del sol en nuestra galaxia
nuestro planeta tierra cortado a la mitad existente en el sistema solar esta proximo a recibir una descarga de energia esto motivado por un producto de tormentas solares que se generaran acarreados por una atraccion en los proximos años de la tierra y el sol con calor de vida y muerte
los expertos solares predicen y señalan que el nuevo ciclo de actividad solar que se inicio en los meses del 2011 alcanzara los niveles mas altos del fin de año y continuara en el 2012 se han detectado algunas anormalidades con tormentas y actividades del sol pues tres años atras la tierra fue alcanzada por la
radiacion expulsada en una tormenta solar despues de 15 minutos de su explosion calorifica cuando lo normal es que la radiacion solar alcance la superficie terrestre dos horas despues
tambien en el 2010 se registro la tormenta mas grande de los ultimos meses el 16 de octubre catalogada como fuerte a la exposicion y calentamiento siguiendo mas erupciones y manchas solares en el futuro
las teorias catastroficas que señalan y aseguran que la tierra esta en peligro de ser arrasada por tales explosiones esta en verdad continua por la practica inquieta del sol en el universo y galaxia
existen predicciones interpretativas de los codices mayas y de la profecias que hablan del futuro de la
humanidad como se afirma que la tierra partida en dos cambiara el 22 de diciembre del 2012 debido a aumentos en la temperatura que se acentuara con incrementos de la actividad del sol con erupciones de plasma
otra teoria asegura que habra una gigantesca tormenta solar que alcanzara una onda de energia y radiacion q alcanzara a el planeta tierra con manifestaciones descomunales en la vida del planeta
de ultimo momento este fin de semana 22 al 24 de enero del 2012 tormenta solar impacta a la tierra
Justo detrás de una tormenta solar que dio muestras de sí durante el fin de semana, al generar brillantes auroras en Canadá y Escandinavia, el sol liberó una explosión de radiación y plasma aún más potente durante la noche del domingo que podría interrumpir las señales de GPS y la red eléctrica el martes, especialmente en las latitudes altas, advirtieron expertos en clima espacial ayer por la mañana.En estos momentos, la tormenta podría estar interrumpiendo las comunicaciones satelitales mientras los flujos de radiación solar rebotan a través del campo magnético de la Tierra.“Con la tormenta en curso, los operadores de satélites podrían experimentar problemas y es probable que esto impacte también las radiocomunicaciones de alta frecuencia en las regiones polares”, expuso Doug Biesecker, un físico del Centro de Predicción del Clima Espacial.Tales apagones de radio pueden obligar a las aerolíneas a desviar sus vuelos entre América del Norte y Europa o Asia.Añadió que esta tormenta solar es la más grande que ha golpeado el planeta desde el 2005.
los humanos somos mas dañinos que el poder explosivo del sol
lunes, 20 de mayo de 2013
jueves, 16 de mayo de 2013
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