This paintings was always considered one of Caravaggio's great masterpieces. He painted it for Marchese Giustiniani. The figure sets up a direct, special and privileged relationship with the viewer, with an immediate appeal that is truly extraordinary. One is bewildered by this painting, by the absolute freedom that the subject obviously enjoys, detaching himself from mere mortals who must obey the laws of nature. The figure is in the act of mocking the world with a complete impunity, a self-assurance that produce a mixture of astonishment and envy. The figure has a torso that recalls Michelangelo's Victory.
The painting probably shows Earthly Love triumphant over the Virtues and Sciences, symbolized by the musical instruments, pen and book, compass and square, scepter, laurel, and armor at his feet.
Caravaggio's Amor, a teenager with a gloating smile, "reigns" over a pile of weapons, instruments, a book (sheet music), drawing utensils, and a laurel wreath. He places his left knee lightly over these objects, while he holds a bunch of arrows in his right hand. Since the attributes of war, military glory, science and arts are scattered at Amor's feet, the painting reminds the viewer of a Vanitas still-life. Some objects in this still-life are emphasized: pieces of a suit of armour, a lute and a violin with a bow. These may refer to Mars and Venus, who, according to some classical genealogies, including that of Virgil's Aeneid I. 664, were the parents of the playful little winged deity Amor.
Thus in this painting the musical instruments represent Venus herself rather than either art in general or, through the association of fading melodies, transitoriness of human life. It is likely, of course, that the viewer of the sixteenth and seventeenth centuries may have thought of all the previous connotations, too, since he was used to the multiple meanings of symbols.
1602-03 Oil on canvas, 156 x 113 cm Staatliche Museen, Berlin
CARAVAGGIO(b. 1571, Caravaggio, d. 1610, Porto Ercole)
Encargada al pintor por el marqués Vincenzo Giustiniani. En 1815, el rey de Prusia la donó al Museo de Berlín, ilustración siguiente. Narra el triunfo del amor carnal sobe las artes y las ciencias. Al elegir a un púber desnudo, más humano que heroico, en esa actitud provocativa, la representación adquiere una interpretación homosexual. Aunque se disimule con la excusa de un homenaje a los instrumentos y objetos desparramados alrededor del muchacho. La sonrisa pícara y atrevida del muchacho no deja lugar a dudas. Si esto anterior se completa diciendo que muchos de los instrumentos que aparecen en el suelo son símbolos de los gustos y habilidades del marqués, afirmaremos sin lugar a la duda que entre las mismas se encuentra el objeto de sus inclinaciones sexuales. Caravaggio emplea una controlada conjunción de fuerzas, estudiada como débil desde arriba. Lo que propone disponiendo los elementos del modo como muestra el cuadro, es que la línea visual de lectura entre por el vértice inferior izquierdo y llegue hasta la rodilla izquierda del ángel, señalado como punto de máxima luz. Después, la vista del espectador debe subir por el cuerpo desnudo del muchacho hasta detenerse en la cara sonriente. De ahí, siguiendo la mano que sostiene los dardos de amor, salir por la pierna doblada que aún mantiene sobre el lecho de sábanas revueltas. Obsérvese que estas direcciones vienen sugeridas por la luz que incide sobre los miembros y el torso del muchacho, la dirección de las saetas e, incluso, el desorden aparente de los objetos, que se amontonan sobre el lado fuerte (derecho) del cuadro y apenas existen en el vértice inferior izquierda, facilitando la entrada de la línea de lectura. Al copiar la dirección armónica de la diagonal inarmónica en la salida, el espectador habría concluido su visión del cuadro. Durante la misma, ha visto casi todos los elementos importantes del mismo. Esa era la pretensión de Caravaggio. Y se ha respetado con asombrosa pulcritud. Pero aún se podría forzar una segunda lectura [L2], de recreación, una vez ejecutada la anterior. Esta segunda lectura vendría obligada por los genitales del muchacho que forma un triángulo de luz con las piernas entreabiertas. Obsérvese la forma de vulva del pliegue que señala el pene encogido del muchacho. ¡Demasiado sugerente como para pasar desapercibido a Caravaggio! Una vez que la vista se encuentra por la zona inferior, material, del cuadro, se recrea en todos los objetos dispuestos para hacer de peso y asentar la composición; al mismo tiempo que copia tímidamente el sentido inarmónico de la diagonal armónica; es decir, una dirección de salida visual y no de entrada, en el sentido estricto: Violín, libro, flauta, pie en el que se apoya el ángel, etcétera. La vista se ha recreado lo suficiente y ha sacado sus propias conclusiones. Sólo le queda copiar la dirección de la saeta que porta el muchacho y que imita la dirección de la diagonal inarmónica doble, para concluir que las alas que lleva el ángel son una pantomima, para despistar al lector inocente, justificarse ante los que podrían interpretar la escena en el tono que se acaba de hacer. |