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lunes, 24 de octubre de 2011

beato santo juan diego mostrando su ayate al padre en el cerro del tepeyac


Tilma, según el Diccionario de Aztequismos de Luis Cabrera, significa manta o sarape de algodón, o de lana, y aun de ixtle; derívase del náhuatl tilmatli, manta rala. Más específicamente, cuando esa manta se halla tejida con ixtle, o fibra de maguey, se la denomina áyatl, que también quiere decir manta rala y de donde proviene el aztequismo ayate. De ahí que el lienzo en que quedó impresa la imagen de la Virgen de Guadalupe, pueda designarse con cualesquiera de ambos vocablos, aunque, por razón del material con el que está fabricado, el término más apropiado sea el de ayate.
Solamente los indios nobles de aquellos tiempos, o los muy principales, se vestían con telas de algodón, reservándose a la gente común los tejidos de fibra de maguey o agave, ciertamente resistentes, pero de una aspereza que sólo la atemperaba el uso. Se ha demostrado que el ayate de Juan Diego está hecho, como entonces se hacían esas mantas, de fibras de "agave popotule" y no de palma, como alguna vez se pensó.
El ayate mide, un metro con sesenta y ocho centímetros de altura, por un metro con tres centímetros de ancho. La figura de la Virgen es menor, pues sólo tiene una altura de un metro co 43 cms
Consta de dos piezas unidas hacia el centro, en sentido longitudinal y de arriba hacia abajo, por un hilo de algodón, blando, delgado y de tan frágil apariencia que resulta increíble el que haya resistido, y siga resistiendo, el peso y la tirantez de las piezas que une. Es curioso notar que la costura no atraviesa el rostro de la imagen, ni tampoco la del ángel que está a sus pies; ello se debe a que la cabeza, así como todo el cuerpo, se halla ligeramente inclinado hacia la derecha
Es impresionante el hecho de su extraordinaria conservación, pese a los embates del tiempo y de la piedad de los innumerables fieles que tocaron la imagen en los siglos pasados y, de manera particular, en los primeros ciento dieciséis años de su culto, durante los cuales permaneció desprovista de toda protección, expuesta a la intemperie y al humo de miles y miles de cirios y velas. Solo hay algunos pequeños deterioros en la tela y una atenuación de ciertos colores que, debieron haber sido más vivos en su origen.
Llama también la atención lo ralo de la trama, así como el que la tela parezca no pintada, sino como impregnada del color. Quienes examinaron la Imagen en 1666, certificaron que ésta se ve por el reverso tan clara como por el frente; y el pintor Cabrera, un siglo más tarde, pudo ver a través de la tela los objetos que estaban detrás de ella.
Esto nos lleva a otra observación más sorprendente, la relativa a la falta de toda esa preparación que resulta indispensable para pintar sobre cualquier superficie, haciéndola impenetrable a los materiales colorantes y facilitando el manejo del pincel. Si consideramos la textura de la tilma -trama rala y desigual-, abundante en nudos, no podemos entender cómo fue posible el ejecutar una pintura de tan perfecto acabado. Por cierto que uno de tales nudos se encuentra un poco arriba de la comisura externa izquierda de la boca, y otro en uno de los ojos; ambos, en vez de desfigurar la expresión del rostro, la hacen aún más bella.