entregando su ropa a un mendigo de bartolome esteban murillo con sus obras De familia campesina, Junípero realizó sus primeros estudios en el convento de San Bernardino, en Petra (Mallorca, España). Posteriormente estudió en el convento de San Francisco y de Jesús en Palma de Mallorca. En 1730 ingresó en la congregación franciscana y recibió el nombre de fray Junípero. Obtuvo el doctorado en Filosofía y Teología en la Universidad Lluliana de Palma de Mallorca. Ocupó la Cátedra de Teología entre 1743 y 1754. A las misiones En 1749, junto con veinte frailes franciscanos, se va de misionero a al Virreinato de la Nueva España (México). Llegan al Puerto de Veracruz el 7 de diciembre. Mientras sus acompañantes siguen su camino hacia la ciudad de México a lomos de mula, fray Junípero y un acompañante deciden hacer el camino a pie. A raíz de ese viaje contrae una dolencia en una pierna que le acompañará el resto de sus días. El primer destino de fray Junípero fue Santiago Xalpan (Hoy Jalpan de Serra) en la Sierra Gorda de Querétaro, donde permanecería 9 años dedicado a convertir a los indígenas pames de la zona, al tiempo que les enseñaba los rudimentos de la agricultura, de la ganadería de tiro y de labor, así como a hilar y tejer. El siguiente destino de fray Junípero debería haber sido el inhóspito territorio apache. Sin embargo, la muerte del virrey detuvo la salida del grupo misionero hacia aquellas tierras, por lo que el fraile tuvo que esperar en la ciudad de México por espacio de varios años antes de recibir su siguiente destino misional. En 1767, Carlos III decretó la expulsión de todos los jesuitas que radicaban en la Nueva España. Dicha orden afectó a los misioneros Jesuitas que atendían la población indígena y europea de las Californias, que fueron sustituidos por 16 misioneros de la orden de los franciscanos encabezados por fray Junípero. La comitiva salió de la ciudad de México el 14 de julio de 1767, embarcó por el puerto de San Blas (Nayarit) rumbo a Loreto (Baja California), hogar de la Misión de Nuestra Señora de Loreto, que es considerada la madre de las misiones de la Alta y Baja California. En 1768 los frailes se embarcaron en la nave San Carlos hacia Alta California para llevar el Evangelio a los indígenas. Al mismo tiempo, salió Junípero Serra con otro grupo por tierra, con ganado para las nuevas fundaciones. La primera en la Alta California fue San Diego de Alcalá en 1769. A partir de la fundación de San Diego, Junipero funda, en el curso de 15 años, otras 9 misiones siguiendo la línea de acción establecida durante su estancia en la Sierra Gorda de Querétaro. Cuando llegaban a un lugar conveniente, construyen una capilla, unas cabañas para residencia de los frailes y un pequeño fuerte protector contra posibles ataques. Acogían a los indígenas que se aproximaban movidos por la curiosidad y, una vez ganada su confianza, les invitaban a establecerse en las proximidades de la misión. Los frailes evangelizaron a los indios y al mismo tiempo les enseñaban las diversas artes ya que los indios eran muy primitivos y no conocían la agricultura ni acostumbraban a vestirse. Aprendieron además de agricultura, la ganadería, albañilería, carpintería, herrería y albañilería. Las mujeres recibían adiestramiento en las labores de cocina, costura y confección de tejidos. Fray Junípero murió en la Misión de San Carlos Borromeo (Monterrey, California), el 28 de agosto de 1784. Allí están sus restos. Las misiones se convirtieron en grandes ciudades: Los Ángeles, San Francisco, San Diego, Sacramento, etc. El papa Juan Pablo II lo beatificó el 25 de septiembre de 1988. |
hombres ilustres de queretaro Entonces pasó a gozar de un merecido premio y descanso en el seno del Padre, junto a los indios que él redimió y que le precedieron: sin duda salieron a recibirle en solemne cortejo a las puertas de la eternidad gloriosa, en compañía de la Virgen, los Angeles y los Santos, cuya devoción tantas veces les inculcó. Los que quedaron a su lado, lloraban desconsolados la pérdida de un verdadero padre. Experimentaban la triste desaparición de su gran bienhechor. Como expresión del más sincero agradecimiento, amortajaron al «Padre viejo», como así le llamaban cariñosamente, con sus abundantes lágrimas de pesar y las flores de aquellos campos, tantas veces hollados por esos pies ahora fríos, desnudos y trabados sin poder dar un paso más. Además de la inmensa actividad misionera y civilizadora desarrollada durante toda su vida por el P. Serra, a su iniciativa se deben las nueve primeras misiones de las veintiuna fundadas por los franciscanos españoles en la Alta California; aquellas nueve se establecieron mientras Fray Junípero desempeñaba el cargo de Presidente de todos los religiosos residentes en aquellas lejanas tierras. Con razón, su discípulo, amigo y biógrafo, el P. Francisco Palou, dejó grabadas estas proféticas palabras: «No se apagará su memoria, porque las obras que hizo cuando vivía han de quedar estampadas entre los habitantes de la Nueva California». Desde entonces, su vida, obra y virtudes han merecido la más encomiástica exaltación y gloria, por toda clase de personas, tanto en el orden humano como espiritual. La piedra y el bronce, incluso el cemento, perpetúan su memoria en esbeltos monumentos levantados por donde pasó. La pintura y la escultura han plasmado con variedad de formas y belleza su figura. Las letras no se han quedado en zaga a la hora de transmitirnos sus hazañas y cantar sus glorias. El 25 de septiembre de 1988, Juan Pablo II, que había visitado la tumba de Fray Junípero en la Misión de San Carlos, lo beatificó solemnemente en Roma. collage de junipero serra y monterey california |