La investigación arqueoastronómica apunta a que el adoratorio o tetzacualco de la cima guarda en la orientación de sus muros alineamientos que señalaban fechas relevantes para los mexicas. Por ejemplo, un observador desde la cima verá salir el Sol por detrás de La Malinche y el Pico de Orizaba, al inicio del año que para ellos era el 12 de febrero, haciendo por cinco días una clara referencia a los nemontemi, los días aciagos del calendario azteca. También hay relación con otras montañas por medio de líneas visuales que corresponden a otras fechas del calendario ritual y agrícola. La calzada tiene un largo de 152m, y está desviada a 281º30´, el tetzacualco exterior mide 50 por 60 metros con diferencias en la alineación de cada muro tanto interior como exterior. A simple vista parece un rectángulo desajustado por la discrepancia en la simetría de sus muros, pero entendemos que esto es intencional ya que cada uno marca distintas líneas visuales a diversos puntos del horizonte como ya se indicó.
¿Qué hizo del Monte Tláloc la montaña ritual más importante de la cuenca de México? Es un paradigma complejo, porque no es la cumbre más alta, ni prominente del paisaje. Posiblemente no fue una causa específica, sino una suma de factores lo que encauzó su relevancia.
Para los agricultores de antaño la montaña era un condensador de tormentas que se convertían siempre en torrenciales aguaceros. Todavía, en nuestros días, se repite el pronóstico: "agua de Texcoco, agua que llega". Esta característica pasó a ser el punto clave y de referencia desde el cual se organizaron prácticas sociales y cognitivas en etapas tempranas y formativas de la cultura indígena.
La evidencia arqueológica demuestra que desde el siglo I d. C. durante el Preclásico tardío, la cima concentró la atención de las comunidades asentadas en la cuenca de México. Ahí, en su cima, se conjuraron los tiempos y se sucedieron las formas religiosas en un lugar que era accesible y a la vez inconmensurable, en un espacio que proyectaba el imaginario de los individuos más allá de la vida cotidiana, y los trasladaba a la residencia de lo sobrenatural.
La lectura del entorno por donde el Sol transitaba cíclicamente permitió que el tiempo se ordenara espacialmente de manera intuitiva. En la conceptualización del tiempo como distancia se dio paso a mecanismos que crearon un modelo del tiempo que se manifestó en los alineamientos del tetzacualco de una manera que no era posible en ningún otro lugar entendida la posición de las montañas conspicuas con referencia al Monte Tláloc.
La acumulación simbólica a través de los tiempos desarrolló una fijación significativa incorporando en este sitio formas durables que cada vez alcanzaron mayor volumen y densidad. En su cima se producían y reproducían las metáforas de la sociedad, ahí se materializaron y adquirieron formas complejas que el Estado (mexica) incorporó e institucionalizó. La organización del espacio en el Monte Tláloc muestra un desarrollo desigual con las demás cumbres, porque cada lugar posee una acumulación desigual de procesos de simbolización del espacio.
Su apoteosis la alcanzo durante el Posclásico tardío con los mexica, porque el Monte Tláloc se transformó en un absoluto social, en una montaña sagrada que respondía a la necesidad de un orden social entre distintas fuerzas políticas a ambos lados de la sierra, dispersas pero a la vez unidas y eventualmente en conflictos de poder. Religión y Estado se articularon como sacros históricos: poder político, poder sobrenatural y estructura social. Valores centrales, símbolos, gestores, rituales, transgresiones y exclusiones donde no era equivalente lo sagrado con lo religioso.