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martes, 4 de diciembre de 2012

el milagro de san francisco javier de poussin

 Esta pintura fue encargada en 1638 por Sublet de Noyers, en París y se instala en la primavera de 1642 en el altar mayor de una iglesia de nueva construcción para noviciados jesuitas. Se muestra una escena de la vida de San  francisco javier , uno de los cofundadores de la Compañía de Jesús, quien durante su misión en Japón trajo una chica muerta a la vida. Convocado por las oraciones de la santa, Cristo aparece en compañía de los ángeles y restaura los difuntos a los vivos. La pintura ofrece la oportunidad de Poussin medirse con su Vouet arco rival, que - junto con su amigo de Stella Poussin Jacques - había sido el encargado de producir una obra de uno de los altares laterales. Poussin no era del todo feliz, sin embargo, con las circunstancias en que su retablo surgieron: era la más grande que jamás lienzo ejecutado en términos de dimensiones y, aunque consideró que su composición sea un éxito se vio obligado a completarla en un gran apuro.
1641-42 

Óleo sobre lienzo, 444 x 234 cm 
Musée du Louvre, París



San Francisco Javier nació en el castillo de Javier en 1506, hijo de Juan de Jassu y de María Azpilicueta. Ese mismo año moría Colón, después de haber alumbrado un nuevo mundo, siguiendo la ruta del Sol. Y nacía Javier, que alumbraría un nuevo mundo de las almas, la India y Japón, siguiendo la ruta contraria. Y así España, con las carabelas de Colón y las sandalias peregrinas de Javier inundaba con destellos solares los dos hemisferios del planeta. Una hermosa conjunción de soles.
Desde 1525 estudia Javier en París con su amigo Pedro Fabro. Vida estudiantil en el Colegio de Santa Bárbara, junto a la Sorbona. Vida severa y a la vez movida y azarosa, en que no faltaban aventuras y fiestas. Javier era de los más alegres. La vida le sonreía. Sería un maestro famoso.
Hasta que entra en su vida "el peregrino", un estudiante mayor, Ignacio de Loyola. Javier recela de Ignacio, pero confiesa que le subyuga. El estratega Ignacio espera la oportunidad. Cuando Javier parece más satisfecho de sí mismo, Ignacio le espeta bruscamente: ¿que aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? Javier se resiste. Ignacio insiste y termina doblegando las altivas almenas de Javier. De aquí, con su nueva brújula, partirán las nuevas rutas que le llevarán a Oriente.
El año 1534, 15 de agosto, es una fecha clave. Javier, con Ignacio, Fabro, Laínez, Salmerón, Rodríguez y Bobadilla, en Montmartre, París, hacen votos de pobreza, castidad y obediencia y de peregrinar a Tierra Santa. Van a Venecia, son ordenados sacerdotes, pero no pueden ir a Tierra Santa.
Marchan a Roma y se ofrecen a las órdenes del Papa. El año 1540 se dispersan. El rey de Portugal pide a Ignacio dos misioneros para la India. Javier ansiaba ser elegido. Ignacio elige a Rodríguez y Bobadilla. Éste cae enfermo y le sustituye Javier. Tienen prisa en llegar a Lisboa para embarcar. Pasan por Roncesvalles. No puede despedirse de los suyos. Javier sabía que nunca les vería ya. Y daba prisa a la mula coja que montaba.
Desde ahora las fechas se precipitan. El 1541 sale para la India. Trece meses de arriesgada navegación, bordeando el continente africano. En mayo de 1542 llegan a Goa. "¡Qué momento de emoción, el gritarles: Escuchad, y romper con nuestro acento, la virginidad de un viento, que nunca oyó la Verdad!". (El Divino Impaciente, de Pemán).
Misiona Goa, Pesquería, Malaca, Macasar, Socotora, Célebes, Molucas, Singapur, Travancore... poblados, islas, regiones. Traduce a las lenguas indígenas los artículos de la fe y oraciones. Trabaja sin descanso. Tienen que sostenerle el brazo, se le cansa de tanto bautizar. "¡Mano de Javier, que sembró prodigios, bautizó un millón de paganos, calmó tempestades, sanó enfermos, resucitó muertos, prodigó bendiciones por todas partes!".
Mano de Javier, que escribía a Ignacio de rodillas, que escribió cartas inflamadas, que tanto bien hicieron en Occidente. A los universitarios de Sorbona les urgía a que se olviden de medros personales y ofrezcan sus personas y sus vidas para trabajar en la salvación de las almas.
Pasa dos años misionando en Japón. Vuelve a Goa. Organiza las misiones como legado del Papa para todo el Oriente. Planea el viaje a China desde la isla de Sanchón. La conversión de China influiría mucho en Japón...
Allí muere, consumido por su celo apostólico, aquel “divino impaciente”- el 3 de Diciembre de 1552, a los 46 años de edad. Mientras, vieron que sangraba el Cristo del castillo de Javier. Su cuerpo está en Goa, y un brazo en Roma, en la iglesia del Gesú.