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sábado, 1 de septiembre de 2012

neil armstrong engel


                     es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad
la luna


Después del Apolo 11, Armstrong continuó trabajando con la NASA, pero se frustró por las exigencias de la NASA, el Congreso y la Casa Blanca para hacer “apariciones a solicitud”. Para un hombre que se deleita en las consideraciones de la ingeniería y los desafíos de la aviación en el mundo real y los vuelos de prueba, fue desconcertante regresar a casa como una celebridad. “Era una verdadera carga; no tuve opción”, comentó. Aunque Armstrong dice que tardó un poco en seguir el consejo de Charles Lindbergh de nunca dar autógrafos, su continua búsqueda de la privacidad le valió el sobrenombre de “Lindbergh Lunar” y comenta que: “Me acosarían todo el tiempo si no me aislara”. 
Durante la siguiente década, Armstrong fue de un lugar a otro sin lograr jamás aterrizar en la tranquilidad de una vida calmada. En 1971 dejó la NASA para dedicarse a la docencia en la Universidad de Cincinnati, pero se retiró en 1979 debido a las “muchas nuevas reglas” que le parecieron agobiantes. La inquietud empresarial se convirtió en su enfoque principal durante el resto de su vida profesional y confiesa: “Soy y siempre seré un ingeniero ñoño de calcetines blancos y protector de bolsillo, y me enorgullezco enormemente de los logros de mi profesión”.
Aunque nadie puede culpar a Armstrong por su renuencia a resistir el brillo de los reflectores públicos, su reticencia a promover por la fuerza el avance humano en el espacio ciertamente le abrió la puerta a aquellas voces que exigían ahorros en el presupuesto. El programa Apolo llegó a su fin en 1972 con el Apolo 17. Armstrong pudo hacer todo lo que se esperaría de un piloto e ingeniero: fue un éxito técnico; sin embargo, después de la misión, no pudo hacer lo que más se necesitaba: ser el “hombre ordinario” que impulsara la búsqueda de la humanidad. 
El reportero del New York Times John N. Wildford recuerda este sentimiento y lo llamó “triunfo fallido”. Aunque llegar a la Luna fue técnicamente fabuloso, “debido a las expectativas mal canalizadas y a una mala percepción general de su significado real”, señaló Wildford, se ha considerado al Apolo 11 como el destino más que como sólo el comienzo. “Se alentó a la gente a que lo viera sólo como el gran clímax del programa espacial, como una carrera geopolítica y como entretenimiento extraterrestre, no como un medio drástico hacia el fin último del desarrollo de una capacidad para viajar más allá de los límites del espacio. Esto llevó al desplome del programa espacial ulterior al Apolo”.

 
En un discurso en el CC aniversario de Harrodsburg, Kentucky, Armstrong comparó el avance hacia occidente de los primeros pobladores con el viaje del hombre a la Luna. “La necesidad de crear un nuevo mundo es lo que amplía los horizontes del hombre en su búsqueda del futuro. Sin estos horizontes, el hombre se ensimisma y sólo se preocupa por su persona; mientras que, con horizontes, piensa más en el mañana que en el hoy, más en la sociedad que en sí mismo”.
¿Qué clase de mundo ha construido la humanidad? Tecnológicamente, ha logrado grandes hazañas, aunque como personas nuestros tantos demonios internos evitan que resolvamos algunos de los problemas más antiguos de la humanidad. 
Los gobiernos compiten entre sí por ser los primeros en llegar a la Luna, Marte y demás, pero hacen poco por moderar y deshacer los ímpetus competitivos que incitan la carrera. 
La mayor cualidad trágica de la humanidad es su renuencia a dar un pequeño paso para forjar relaciones correctas con los demás. A pesar de nuestras impresionantes capacidades tecnológicas, la desconfianza y el odio nublan nuestras mejores intenciones interpersonales; podemos afirmar que “venimos en paz”, pero no es posible ignorar hoy la posibilidad de un espacio convertido en arma como tampoco pudo ignorarse hace 50 años. Qué poco cambian las cosas en el reino de los hombres.  
Neil Armstrong nos representa a todos. Él ejemplifica la fortaleza humana para superar las dificultades y adversidades, y para seguir adelante; sin embargo, cuando termina la misión, queda un vacío. Como el comandante Scott Altman del STS-125 dijo aVisión, aunque los astronautas de hoy se apoyan en los logros de los pioneros que les abrieron camino, sienten un poco de celos por lo que la siguiente generación tendrá la oportunidad de alcanzar. Existe un amargo anhelo por lo desconocido que está por venir. Querer más es un sentimiento tan profundo en la actualidad como lo fue en días del Rey David.
Aunque la fortaleza humana por sí sola no nos llevará tan lejos como promete el Salmo 8, el apóstol Pablo menciona que tendremos acceso a través de maneras que todavía no podemos imaginar. Un día, cuando llegue el momento, hasta el universo estará bajo nuestro control: “todo lo sujetaste bajo sus pies” Hebreos 2:5–8
Ser inquisitivo y desear el universo forma parte de la naturaleza humana, pero sin el carácter y la sabiduría necesarios para ponerle rienda a sus ambiciones, el nuevo mundo que se busca no se verá diferente al que se haya dejado atrás. 

wapakoneta ohio a la luna